martes, 5 de julio de 2011

Imaginarios coloniales de la Amazonia

Los europeos, al llegar a América en el siglo XV, cargaban sus propios imaginarios culturales de la Edad Media, siendo éstos el lente por el cual observaron a los nativos americanos, sus tradiciones y prácticas culturales, así como el territorio que habitaban. El encuentro de los primeros colonizadores con los nativos americanos supuso la puesta en marcha de explicaciones mitológicas medievales donde concurrían seres fantásticos como Amazonas, antropófagos, entre otros .
Las expediciones para conocer el territorio encontrado, como aquella realizada por Francisco de Orellana por el río Amazonas, revelaron nuevas curiosidades para la Corona y para los propios conquistadores, a quienes se les otorgaba el derecho sobre una porción de tierra para imponer la soberanía del Rey, haciendo suyos indígenas, recursos naturales, terrenos y huestes de servidores. Este fue el caso de Orellana, a quien se le adjudicó la Nueva Andalucía, pero no pudo establecer tal gobernación debido a su muerte.
Representaciones sobre la Amazonia
Roberto Pineda (El mar...) establece dos momentos significativos en el período de la Colonia que definieron las representaciones sobre la región amazónica. El primer momento estuvo marcado por las distintas exploraciones del territorio por parte españoles y portugueses, así como de sacerdotes que vieron en la Amazonia un paraíso en la tierra. Entre los pioneros encontramos al jesuita Cristóbal de Acuña, quien describió a los indígenas como “gente apta para la evangelización”, siendo ellos potencialmente buenos cristianos , aunque consideraba algunas prácticas como idólatras y demoníacas, es decir, el paraíso se percibía en su potencial perfectibilidad, en la que contribuirían los misioneros evangelizadores.
El segundo momento se enmarca en la Ilustración entre el siglo XVIII y XIX. Aquí las representaciones sobre la región amazónica y sus habitantes nativos responden a las dinámicas cientificistas de someter todo a análisis y experimentación. El autor resalta varias expediciones ya no de conquistadores aventureros, sino de naturalistas europeos respaldados por las metrópolis que buscaban nuevas materias primas para la producción industrial. Según los datos recolectados por los naturalistas, los indígenas eran gentes degeneradas, inferiores en capacidad moral e intelectual frente a los europeos, debido también al entorno natural en que vivían.
Esto último es de gran importancia porque ambos momentos de representaciones de la región se integran en una concepción de las tierras bajas y calientes como lugares donde reina la barbarie y no puede surgir la civilización, teniendo en cuenta el contraste de civilización y barbarie.
Según Roberto Pineda, con el mayor conocimiento de la geografía del nuevo mundo y la conformación del Nuevo Reino de Granada en 1550, se configura una topografía moral del territorio (2010) que relaciona las tierras calientes con la antropofagia y el salvajismo. Es así como se establece una diferenciación entre los indígenas andinos y los indígenas de tierras bajas, pues los primeros serán considerados como los más cercanos a la civilización europea en la escala lineal de la cultura y en cambio, los nativos de tierra caliente serían los más bárbaros, caníbales, sanguinarios y cercanos a la naturaleza.
Ya con la mentalidad ilustrada, estos imaginarios se mantienen, pero empiezan a ser explicados a partir de teorías evolucionistas y estudios experimentales de la naturaleza. Además, se implanta un determinismo geográfico que establece una influencia directa del territorio sobre la conformación y caracterización de los tipos de seres humanos o las llamadas “razas”. Como ejemplo se puede citar el estudio del criollo Francisco José de Caldas sobre la “nivelación” de los seres vivos, esto quiere decir que buscaba establecer los límites naturales del clima hasta donde podían crecer y vivir las plantas, los animales y los seres humanos.
De esta manera, los trópicos y la selva se convirtieron en objetos discursivos, que tomaron vida propia por considerarlos no solo capaces de influir en las habilidades intelectuales, físicas y morales de los nativos, sino a cualquier europeo que pisara esas tierras, pudiendo cambiar su fisionomía y generándole patologías mentales. Este proceso fue denominado de diferentes maneras como barbarización u orgía de la vegetación selvática, expresión acuñada por Agustín Codazzi.
Estas representaciones anteriormente descritas no impidieron la esclavización -en la Colonia y en el primer siglo del período republicano- de gran número de indígenas por parte de portugueses y brasileños, que por medio de correrías o secuestros masivos, afectaron la configuración demográfica de las poblaciones amazónicas, llevándolas a trasladarse de las orillas de los ríos hacia el interior de la selva como forma de protección.

Bibliografía
Pineda C., Roberto. El río de la Mar dulce. Imaginarios sobre la Amazonia: los dilemas entre un Paraíso y un Infierno Verde.

Pineda C., Roberto. “Los hombres bestiales de las tierras que arden. Ensayo sobre la geografía moral del Antiguo Nuevo Reino de Granada 1550 – 1980”. Boletín de Historia y Antigüedades. Separata, Vol. XCVII, Nº 851, Octubre, Noviembre y Diciembre de 2010. Órgano de la Academia Colombiana de Historia. pp. 727 - 756