El complejo y profundo pensamiento de algunos pueblos indígenas asentados en la amazonia colombiana enseña que durante el largo camino de vida que se tiene como pueblos y personas, deben llevarse dos canastos: en uno se dejan los buenos frutos, lo que propone vida, lo que se multiplica y que permite equilibrar la madre naturaleza. Este canasto es el que se ofrece al hermano, al amigo, al pueblo a quien se le desea enseñar. En el otro canasto se dejan aquellos frutos dañados, que no han de sembrarse, ni comerse. Es decir, aquello que no crece, ni permite crecer. Este canasto no se ofrece, sólo se utiliza cuando es debido. Ha de escarbarse únicamente para demostrar al amigo, hermano o al pueblo, que el fruto que se pretende comer o sembrar no sirve.
De la misma forma debe hacerse con la memoria. Separar en canastos y utilizarla con prudencia permite una buena cosecha en la vida de las personas y los pueblos. Es un elemento que permite la continuación de lo que crece. Sin embargo, hay momentos en los que se debe explorar aquel canasto de los malos frutos. Que en la actualidad se nos permita hurgar en este violento proceso conocido como las caucherías, es tan difícil como necesario. Las comunidades indígenas del Amazonas, especialmente aquellas que habitan la cuenca del río putumayo, proponen hoy en día la revelación de esta memoria guardada porque aquel mal fruto pretende ser nuevamente sembrado y mandado a comer, ahora, a través de los conocidos megaproyectos.
Y es que hablar del etnocidio cauchero, es hablar de la violencia ejercida contra los pueblos indígenas del amazonas y de América entera. Violencia que no termina y que se hace presente a través de múltiples formas, que irrumpe y asecha con aniquilar totalmente a los pueblos que no se resignan a abdicar la lucha y la defensa de su territorio. La amazonia no se escapa de ser uno de los territorios más apetecidos por las empresas inmersas en las dinámicas económicas globales, ha sido escenario de uno de los procesos más violentos, crueles y deshumanizantes de todos los tiempos: La bonanza cauchera de hace 100 años.
Muchos han sido los etnocidios en Colombia, los diferentes procesos de industrialización han hecho que se priorice la búsqueda de materias primas y de mano de obra sobre las condiciones de vida de los indígenas de los distintos pueblos originarios, estos se registran desde hace más de 500 años cuando llegaron los viajeros del otro mundo llegaron y encontraron en el territorio latinoamericano un lugar donde la extracción, la producción y la explotación iban a ser puntos principales.
El día 6 de abril del presente año, el grupo de estudios amazónicos Yauda, a través de un conversatorio cuyo eje principal era el análisis de los impactos de la extracción cauchera en el territorio amazónico, dio un importante aporte a lo que sería la propuesta conmemorativa del centenario del proceso cauchero, los invitados que hicieron parte de este conversatorio eran autoridades indígenas de una de las regiones amazónicas más afectadas: La chorrera (lugar donde quedaba la principal sede de la Casa Arana), por otro lado, también se conto con el aporte (virtual) de Rubén Medina, quien hablo sobre el proceso cauchero en la zona peruana, las nuevas bonanzas y sobre todo las propuestas organizativas en la región, los participantes del conversatorio demostraron que hay interés en hacerle frente a los nuevos procesos tomando a la memoria como una de las herramientas principales para resistir a dichos procesos.
Caminos a la conmemoración del centenario de las caucherias en el amazonas, es el principal intento por recuperar la memoria oral e histórica de los pueblos amazónicos que fueron reducidos a unos cuantos clanes a causa de la diáspora del caucho y que demuestra (una vez más) que todos los ciclos extractivos responden a las dinámicas económicas desconociendo que, en medio de la economía, hay personas con otro sistema de pensamiento que están y van a ser afectadas.
Es importante resaltar que la conmemoración pretende sentar las bases para la resignificación de la memoria oral, pues la historia no ha sido contada en su totalidad por los pueblos, sino por los registros académicos que existen sobre el tema. El espacio de conversatorio y el posterior momento de mambeo demuestra que los principales actores, es decir los indígenas, aún tienen mucho que decir sobre el tema, pero sobre todo, que hay una disposición de los estudiantes y los profesores a escucharlos y a respetar su palabra.